lunes, 23 de noviembre de 2015

Un gato en el tejado del mundo. Noticia de Margaret Watkins

Publicado por 
 ¿No sería la vida más bella si estuvieras constantemente sobrecogido por la sublime y pura concavidad de tus cuencos de cocina? ¿Por el dinamismo tubular de tu cigarrillo? Mina Loy.
Solo en cuerpo era una anciana bella y elegante. En su espíritu y su mente seguía siendo una persona joven. Podía ponerse seria, podía ser irreverente, pero nunca trivial… Era una excelente conversadora. En ocasiones venía a casa por Navidad; la primera vez que la invitamos estábamos preocupados: ¿se aburriría? Así que teníamos varias tácticas preparadas para desatrancar la conversación. Estuvo con nosotros cinco o seis horas y en ningún momento desfalleció la conversación. Sin esfuerzo guiaba la charla de un tema a otro. Era una maestra del arte victoriano de la conversación y su vocabulario era el más amplio que he conocido en el mundo de la palabra hablada… Si había diecisiete palabras distintas para expresar algo, ella elegía siempre la que contenía el matiz absoluto que precisaba. Su sentido del humor se colaba en la conversación, así que era muy, muy entretenida […] Solo de manera retrospectiva me he percatado de que siempre obvió dos temas: su pasado y la fotografía.  Joseph Mulholland.
I.
El artículo empieza al terminar la historia. En Glasgow, Escocia, circa 1935. Sobre los peldaños de una escalinata se dibuja la sombra de una señora, algo encorvada, tocada con sombrero. Una foto captura el momento. La foto es un autorretrato, seguramente, una de las últimas de la autora. Podemos decir que data el fin de su biografía; su vida llegará hasta 1969.
Margaret Watkins
Fotografía de Margaret Watkins.
La sombra tiene dueña: Margaret Watkins, una de las fotógrafas más sugerentes y exquisitas del siglo XX, que mantuvo con éxito un estudio independiente en el Greenwich Village de Nueva York de 1916 a 1928. Desde allí produjo su interesantísima contribución a la fotografía de vanguardia del siglo XX, alcanzando cierto reconocimiento. Hoy no la conoce casi nadie (como muestra diremos que carece de entrada en Wikipedia, y que el logaritmo de Google solo localiza una página en español que la mencione). A su muerte, un vecino abrió una arqueta que la difunta le había dejado con todas sus fotos. Desde entonces y poco a poco su obra se rescata del olvido. Escribo para ayudar a dar a conocer a una artista indebidamente desconocida. Y también para indagar en un misterio: por qué Margaret pasó de reconocida profesional en Nueva York a sombra gótica en Glasgow.
II.
Margaret Watkins nació canadiense en 1884 en Hamilton, una ciudad industrial a orillas del lago Ontario. Siendo pequeña, su padre, un comerciante textil, se convirtió al adventismo del séptimo día, trocando la sobria disciplina metodista que presidía la casa familiar por un asfixiante catálogo de reglas morales en materia de salud, dieta y sexualidad. Su madre era una escocesa débil de salud, entregada al quehacer doméstico y a la inexcusable participación en la vida de la community. En la casa vivían también sus tías por el lado materno. Las tías escocesas desempeñaron un papel fundamental al principio y al final de vida de Margaret Watkins; son la sombra tras de la sombra perdida en Glasgow.
Un padre de agobiantes usos religiosos, una madre inválida y varias tías solteras, pueden sobrellevarse por separado, pero son una combinación letal si todos se aplican a la vez a la educación de una hija única. Margaret hizo lo que ha de hacerse en esa tesitura: irse. Es sabido: hay personas que nacen para quedarse y otras para irse. No sabemos bien de dónde o de quién sacó su inclinación por las artes y su talento. También hay personas que nacen así. Del hogar paterno se llevó un mundo de lecturas y el persistente recuerdo de un universo abigarrado de objetos bruñidos y armónicamente expuestos: ese caudal de objetos cotidianos que colma las grandes mansiones victorianas —un reloj de péndulo, un samovar, una damajuana, un planta exótica, una alacena, un mantel de encaje— iba a ser el material con el que formaría su visión del mundo y de la fotografía.
III.
Quizá la primera corriente de pensamiento específicamente americana fue la que pregonó el aprecio, el retorno y el retiro a la naturaleza. Ralph Waldo Emerson fue el primer proponente, y le siguieron, entre otros, Walt Whitman y Henry David Thoreau. Inspirados por esta idea, alrededor de 1900 proliferaban en Estados Unidos falansterios campestres y comunidades más o menos utópicas. Al salir de Canadá, Margaret trabajó en dos de esas comunidades: primero en la Roycroft Arts and Crafts Community, una cooperativa en el campo de Nueva York en la que quinientas personas producían libros, cueros, orfebrería, cerámica y mobiliario, y, más tarde, en el Lanier Camp, una especie de granja hippie avant la lettre donde todo se hacía al aire libre. Allí Margaret desarrolló su pulsión artística e hizo sus primeras fotos. En 1913, necesitada de un sueldo, entró a trabajar como asistente en un estudio fotográfico en Boston. Su trabajo allí le permitió aprender los aspectos técnicos de la profesión; cristalizó también su determinación de hacer de la fotografía su medio de expresión personal. En 1914 consiguió un préstamo para pagar la matrícula en la Escuela de Fotografía de Clarence H. White.
Clarence H. White es un nombre de cierta importancia en la historia de la fotografía (digamos para ponderarlo que él sí tiene entrada en Wikipedia). A finales del siglo XIX el valor artístico de la fotografía seguía siendo discutido. Muchos seguían considerándola una mera reproducción mecánica de la realidad, sin que esta quedara, como en el arte genuino, mediada por la mirada del artista. White se alió con otro importante fotógrafo, Alfred Stieglitz, para demostrar que la fotografía sí era un medio apto de expresión artística. A través del movimiento Photo-Seccesion introdujo el pictorialismo en Estados Unidos, escuela que reclamaba para la fotografía la técnica y los temas de la pintura: también, decían, una foto es una imagen que se puede construir, e incluso alterar a posteriori en el cuarto oscuro (hoy Photoshop) para producir un determinado efecto. Por ejemplo, un desenfoque suave puede dar la sensación de una gruesa pincelada impresionista. Una obra pictorialista de principios del siglo XX es esta, por ejemplo, de, Alice M. Boughton, prominente miembro de Photo-Seccesion y titulada Dawn.
Margaret Watkins 2
Fotografía de Alice M. Boughton.
Por la escuela de White pasaban numerosos artistas. El que más importancia tuvo en Margaret fue Arthur Wesley Dow. Dow era un pintor famoso por sus estudios de composición, en los que insistía en la importancia de la disposición armónica de los elementos sobre el plano. Línea, masa y espacio, así como la distribución de luz y sombra deben formar un todo inteligible, rítmico, cualquiera que sea el tema. Lo más importante en una fotografía (Hitchcock diría lo mismo para el cine) es saber llenar un espacio bidimensional. Watkins experimentó mucho con esos principios. Su primera gran foto, a mi entender, es la bellísima imagen de una barca junto a un embarcadero, en la que los muchos ángulos captados por el ojo de la cámara se combinan en un plano de gran calma.
Margaret Watkins 3
Fotografía de Margaret Watkins.
IV
Una modesta herencia permitió a Margaret instalarse en un estudio de Nueva York. Era 1915, un buen momento para caer por Manhattan. Era la ciudad del capitalismo jubiloso, de los rascacielos góticos en construcción, de los vodeviles y del jazz, de los cuentos de Scott Fitzgerald y los de Dorothy Parker, de las sufragistas y del comienzo de la publicidad. Por añadidura, era uno de los pocos lugares en el mundo donde un mujer soltera de talento podía ganarse la vida en una ocupación artística. A través de conocidos, Watkins obtuvo numerosas comisiones, sobre todo retratos. También de esa época son algunos desnudos muy sugerentes, como esta parodia de Venus con infinitas paralelas:
Margaret Watkins 4
Fotografía de Margaret Watkins.
Su momento álgido llegó al publicar la revista Vanity Fair unas fotografías que Watkins había tomado jugando con objetos de la cocina y el baño de su apartamento en el Village. Aparecen el fregadero, la tabla de cortar, el cuchillo, las tapas de unas ollas, una tetera, un paño, unos huevos, el mango de la ducha, un cepillo, cosas así. Los objetos se disponen de manera fragmentaria en formas geométricas, a la manera cubista. Aunque es indudable que la imagen ha sido creada —la autora ha hecho posar a los objetos— las fotos resultan de una gran naturalidad. La elegante curva que dibuja el filo de un plato, la lánguida caída de los pliegues de un paño de cocina, la perfecta redondez de la tapa de una olla, las espirales áureas del tubo de la ducha, el baile de sombras organizado alrededor de un cuchillo de pan, los meticulosos repujados de una bandeja. Juntos componen una sinfonía doméstica —el título de una de las fotos— que retumba bajo la máscara de la vida cotidiana. Vanity Fair tituló el conjunto como Photography comes into kitchen.
111
Fotografías de Margaret Watkins.
«Domestic Symphony» muestra tres huevos en un escurridero de porcelana. Hay algo en esa foto, como un ritmo, y por supuesto un erotismo enigmático.
Margaret Watkins 7
Fotografía de Margaret Watkins.
Y este bodegón, puro Zurbarán:
Margaret Watkins 8
Fotografía de Margaret Watkins.
Pero este otro es mejor:
Margaret Watkins 9
Fotografía de Margaret Watkins.
Esta fotografía, «The Kitchen Sink», dio mucho que hablar. Se exhibió de 1921 a 1924 en Nueva York, San Francisco, Londres y París. El motivo es vulgar: platos sucios en un fregadero. Los objetos no sobresalen por ninguna cualidad. La taza y su plato están mellados, la jarra de leche no pertenece al mismo juego, la botella rebosa una espuma sucia. El atractivo de la imagen reside en la inteligencia de la composición: un juego astuto de círculos, curvas, sombras y texturas, enmarcados por un triángulo invisible que se insinúa a través del grifo, el pitorro de la tetera y el mango del cepillo. Se cumple el programa del arte moderno, según el influyente ensayo deClive Bell de 1914, Art: el artista no hace más que llenar un plano, buscando la forma bella, con independencia de lo representado. Los objetos no tienen ni deben tener ningún interés; interesa la pura forma, el diseño y la composición. Lo sugestivo en la foto de Watkins es que el mandato solo es cumplido a medias. Por más que las formas seduzcan, el espectador no puede olvidar que lo representado son cacharros sucios de cocina. Es una imagen demasiado familiar, demasiado íntima, para desaparecer tras la pura forma. La foto es una ironía. Existe belleza en lo banal, pero sigue siendo banal. El tránsito de lo doméstico a lo abstracto no es completo. El artista debe arrancarse del mundo de la pura forma para lavar los platos. (Sobre todo si eres mujer, viene a decir con acidez Watkins).
No hay que olvidar que el Nueva York de Margaret también era el de Marcel Duchamp, el travieso francés que había intentado colar un urinario como obra de arte. Al final, el urinario se abrió paso, fundando —en mi opinión, sin pretenderlo— el todo vale del arte contemporáneoCon Duchamp la vanguardia se encara con al atolladero final: ya no hay diferencia entre el objeto artístico y cualquier otro objeto (el filósofo Arthur Danto lo llamo la transfiguración del lugar común). Visitando las fotografías de Watkins, que estaba firmemente convencida de que no había realidad tan banal que no se dejara apropiar por el arte, me he preguntado por qué ante sus fotos uno no siente el rechazo instintivo («esto no es arte») que sobreviene frente al ready made de Duchamp. Aquí no puedo atacar el problema, pero sospecho que la clave es que en «Fountain» (que, por cierto, conocemos únicamente a través de las fotografía de Stieglitz, porque nunca llegó a exponerse) prevalece el gesto, mientras que «Kitchen Sink» domina la mirada. En arte, una mirada vale más que un gesto.
V
El romance de Watkins con los objetos la llevó a ser una solicitada fotógrafa de publicidad. Se introdujo así en el sistema de producción capitalista. La función de la publicidad era y es representar el deseo, que es necesario alimentar sin tasa para que sigamos consumiendo. El arte, en este caso la fotografía, puede ayudar a erizar el deseo gracias a su facilidad para hacer aflorar la belleza oculta —erotismo es quizá mejor término— de los objetos. Tras experimentar con la transfiguración del lugar común, Watkins probaba de esta manera otro de los fenómenos que caracterizan el arte contemporáneo: la estetización general del mundo. En sus fotografías para agencias y grandes almacenes los objetos, ya mercaderías, ya no solo desplegaban una dignidad propia, sino un magnetismo más o menos irresistible.
Margaret Watkins 10
Fotografías de Margaret Watkins.
Margaret Watkins había logrado establecerse como artista independiente en Nueva York. Había encontrado una voz y un lenguaje fotográfico atrevido y estimulante. Ganaba dinero con su trabajo. Pero algo ocurre en 1924 que trastoca su vida y carrera. Su mentor y amigo Clarence H. White muere en un viaje a México con estudiantes. Hacía tiempo que la escuela padecía problemas financieros; de hecho, adeudaba a Watkins varias pagas como secretaria e instructora. White quiso pagar la deuda en especie, entregando a su alumna una docena de fotografías. Al morir, estas quedaron integradas en una exposición homenaje que la propia Watkins y otros amigos organizaron. Mientras tanto, la viuda de White, Jane, donó el legado fotográfico de su marido a la Biblioteca del Congreso, incluyendo las fotos que pertenecían a Watkins. Se entabló un juicio sobre la propiedad de las placas, en el que afloraron veladas acusaciones de adulterio de White con Watkins. El proceso, que se saldó con la devolución de las placas a cambio de una compensación económica, devastó la salud de Margaret. Decide tomarse unas vacaciones en Europa, con parada en Glasgow para ver a sus tías solteronas. Ya no volverá nunca a América.
VI
En agosto de 1928 Margaret Watkins hace sonar el aldabón del 41 de Westbourne Gardens, la residencia familiar en Glasgow. Allí viven sus cuatro tías ancianas. A los pocos días, muere una de ellas, Anne. Las otras tres, Grace,Jane y Louise, tienen 77, 80 y 86 años respectivamente. Sin que nadie lo hubiera previsto, las tías, de diverso grado de invalidez —Grace, casi ciega, casi sorda, lleva en la cama un lustro, con «su pelo de Medusa envuelto en un turbante»—, quedan al cuidado de Margaret, cuya vida es, de manera lenta e inexorable, succionada por un remolino de domesticidad. La vieja mansión carranclona está necesitada de múltiples reparaciones. (Cuartos vacíos, atmósfera rarefacta, pesados cortinajes, paredes apergaminadas, armarios macizos llenos de ropa, cachivaches por doquier, goteras, polvo, silencio. Así me la imagino).
El repliegue es gradual. Margaret visita exposiciones y congresos internacionales. Viaja con frecuencia a Londres, en cuyos salones de fotografía expone sus fotos. Tras haber sido fotógrafa de estudio, aprende a trabajar la calle, estimulada por la vida urbana de las ciudades europeas y sus monumentos. Es aceptada como socio de la Royal Photographic Society, con quien viaja a la Unión Soviética. Se convierte en la primera mujer miembro del Glasgow and West Scotland Photographic Association, círculo que difícilmente puede colmar sus expectativas tras haber estado durante treinta años en el centro de la vida artística de Nueva York.
Head and Hand, 1925. Expuesta en Salón de Londres de Fotografía en 1928.
Head and Hand, 1925. Expuesta en Salón de Londres de Fotografía en 1928. Fotografía de Margaret Watkins.
Algunas fotos hechas en Europa, siempre con la composición como primera inquietud:
Margaret Watkins 12
Fotografías de Margaret Watkins.
VII
Ahora, con Margaret instalada en su caserón victoriano, cuidando de sus ancianas tías, quiero hacer pie y preguntarme por qué. ¿Por qué no volvió a Nueva York? ¿Por qué cayó de nuevo, de manera semiconsciente, en el mundo de la mujer tradicional y doméstica? Hay testimonios de que durante años mantuvo el equipaje listo para volver al Village, a la violenta alegría de la gran ciudad. Pero no dio el paso. Poco a poco su obra cayó en el olvido. Ya no la llamaban desde las asociaciones, dejó de exponer, y al fin, de fotografiar. Como un traje que se cuelga, dejó morir a Margaret Watkins la fotógrafa. En una carta de 1930 se lee «me siento perdida como un gato en el tejado del mundo», y en un trozo de papel garabateado el año siguiente,
Echo de menos desesperadamente al público artístico. Colectivamente puede que tengan todos los vicios y faltas que hay bajo el sol, pero a pesar de sus pecados (o gracias a ellos) tienen visión, un brillo extraño, algo por lo que merece la pena esforzarse, algo que está un poquito más allá de la punta de sus pequeñas narices humanas.
Pero la añoranza por abrazar de nuevo a sus hermanos, braceros del espíritu, nunca dio paso a la determinación de volver. Por un lado, la logística del regreso era complicada. Entonces no se cruzaba el Atlántico así como así, y con la irrupción de la guerra el viaje se hizo imposible. El inmueble del Village donde había vivido había sido derribado. Y estaban Grace, Jane y Louise, de quien nadie salvo Watkins podía cuidar. Hacia 1929 todas ellas estaban postradas. En 1937 vivía sola, tras ingresar a la única superviviente en una residencia. En realidad no sabemos por qué no volvió a Nueva York, y prefirió llevar una vida solitaria en una ciudad brumosa de Escocia, en una mansión de cinco pisos, escuchando música, escribiendo ocasionales poemas, jugando con los recuerdos como virutas de humo. No es que se convirtiera en una excéntrica en su morada gótica, alguien de quien los vecinos contaran historias y temida de los niños del vecindario. Era demasiado culta, sofisticada y elegante como para convertirse en la gorgona de Westbourne Gardens. Sencillamente, escogió vivir sola, como un noble arruinado entre las ruinas de su inteligencia, como diría un poeta. Pero sus sentimientos eran contradictorios. En sus notas, desenterradas, se lee:
La mejor parte de vivir sola es que te da tiempo para pensar —y despensar y repensar y luego tener un largo y tranquilo superpensar.
Pero en otra:
Me arrepiento de no haberme anexionado un marido. Puede ser un enredo, pero al menos te da alguien con quien reñir en tu edad provecta, y cuando se trata de irse extinguiendo en la futilidad, la idea de hacerlo sola no es agradable.
Me pregunto si Watkins echó por la borda su carrera sencillamente por ser mujer. Nadie le obligaba a quedarse en Glasgow desatascando tuberías y preparando la cena a sus tías. Me da por pensar que un hombre en su situación no lo habría hecho. Quizá esa es la clave inconfesable de su historia: era mujer, y como tal su impulso fue cuidar de otros cuando nadie más podía hacerlo. Tal vez pensó haber escapado de ese destino, al no haberse casado ni haber tenido hijos, pero el vínculo familiar, de segundo grado y transoceánico, la persiguió hasta anudarla. ¿Es el cuidar de otros un impulso natural en las mujeres o una categoría cultural adscrita a un género? Acaso sea el último y más hiriente resabio paternalista por mi parte pensar que la decisión de Watkins estuvo dictada por el estrógeno y no por su voluntad soberana. Acaso Margaret Watkins fuese feliz y yo condescienda dando por sentada su desdicha. Celebramos la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, y hacemos bien; pero ello no debería conducir a una desvalorización de la mujer que opta por una vida tradicional y doméstica, como si su existencia estuviera capada o fuese menor. Da para una interesante y necesaria (y seguramente acerba) discusión, que aquí dejo. Tan solo quiero anotar la fundada sospecha de que Cartier-Bresson, o Man Ray, oRobert Capa, no habrían dejado, ni borrachos, su carrera a medio hacer por cuidar a unas lejanas parientes desvalidas. Ni se habrían sentido expulsadas de Nueva York por unas acusaciones de adulterio, ni habrían mostrado paciencia ante un jefe que no les pagase lo adeudado. Por eso ellos tienen sitio en Wikipedia y Watkins no.
VIII
Joseph y Claire Mulholland se trasladaron al vecindario de Watkins en 1965. Nadie sabía muy bien quién vivía en la mansión de cinco pisos del 41 de Westbourne Gardens, en cuyo gablete se podía intuir al trasluz de la ventana la figura de una señora mayor, leyendo. Un día Mulholland advirtió que unos ladrones escapaban del sótano de la casa con un montón de muebles y objetos. Decidió poner sobre aviso a la dueña. Así nació una amistad que duraría hasta la muerte de Watkins, cuatro años más tarde, en 1969. Poco antes Watkins pidió a Mulholland dos favores: que le ayudara a redactar un testamento y que aceptara un regalo: una arqueta, envuelta en papel y lacrada con un sello, que no debía abrir hasta después de su muerte. Watkins murió y Mulholland, debido a diversas complicaciones vitales, olvidó que tenía la caja. Un día, buscando en el armario de las toallas, se encontró el paquete con su sello incorrupto. Allí había centenares de impresiones de paladio y platino, las fotos de treinta años de trabajo fotográfico, con sus cintas y certificados de haber obtenido premios y haber sido expuestas en galerías en varios países. Tenemos suerte de que Mulholland fuese un hombre con sensibilidad suficiente para apreciar su valor. Como Max Brod hiciera por Kafka, Mulholland comenzó una campaña para desenterrar el legado de su vecina. Poco a poco, con tesón admirable y desinteresado, a través de artículos aquí y allá, y exposiciones en galerías y museos de cada vez más lustre, lo ha conseguido. Su amiga, que durante cuarenta años no fue ni un pie de página en ninguna historia de la fotografía, comienza a ser conocida. La gran retrospectiva que le dedicó en 2012 la National Gallery of Canada culminó cuarenta años de trabajo y amistad.
Podemos conjeturar qué lugar tendría hoy Watkins en la historia de la fotografía de haberse quedado en Nueva York. Algunos de sus alumnos son hoy nombres apreciados: Margaret Bourke-White, autora de un conocido retrato de Gandhi y de una serie de fotos del techo del edificio Chrysler en Manhattan, o Paul Outerbridge, pionero de la fotografía en color y erótica. Es probable que Watkins hubiese pasado del estudio a la calle y de la publicidad al reportaje. Quizá habría estado en la fundación de la Agencia Magnum en 1947 y hoy alguna de sus fotos colgaría de las paredes del Metropolitan o el Smithsonian. Todo eso es secundario. Lo interesante, la razón que me ha movido a querer conocer su vida, y modestamente, darla a conocer, es el misterio esencial, profundamente humano, que truncó su carrera. Al cabo, Margaret Watkins es importante no por su fotografía, sino por lo que su vida nos lleva a pensar del cuidado del otro, del hacerse cargo como categoría fundamental de cualquier antropología filosófica.
Estoy de acuerdo con la teórica del feminismo Rita Felski cuando dice que «se ha supuesto que el sujeto moderno es un varón autónomo libre de vínculos familiares y comunales». Es una realidad de la que los hombres ya están también en condición de quejarse. El protagonista de Mad Men, el promiscuo publicista Don Draper es el fantasma de una masculinidad que ya no existe. Ahora sabemos lo que han sabido las mujeres durante siglos: el cuidado de la familia es un obstáculo al despliegue fáustico de la libertad para consumir. El cuidado de la familia es la última, terca, rocosa cadena que la modernidad no ha roto, y ello a despecho de la profunda reorganización de las formas de la vida familiar que ha conllevado. Hacerse cargo no es compatible con el frenesí irresponsable al que se nos incita. El advenimiento de una paternidad responsable —más bien, participativa— nos hace también a los hombres sujetos de ese malestar: todo no se puede, por más que nuestra educación consista precisamente en quererlo todo: el coche nuevo, la casa de veraneo, el viaje anual a un paraje exótico, el suministro constante de lujuria, el reconocimiento de los otros, el último cachivache digital, la realización en el trabajo. Capitalismo es constante excitación de la demanda. No se vea aquí una invectiva. Es posible que vivamos en el mejor de los mundos posibles. Solo apunto a alguno de los trastornos asociados a nuestro modo de vida, sin duda preferibles a la gama de penalidades y servidumbres bien documentadas en las sociedades y épocas que han probado otro sistema.
y IX
Margaret Watkins hacía poesía con lo prosaico. Sus fotografías están más cerca de las odas elementales deNeruda que del ready-made de Duchamp o de la fascinación por los artículos de consumo de masas del pop-art. Experta en la abstracción, nunca se despreocupó del papel de la belleza en la obra de arte, y es quizá por eso que su obra siga vigente. (El olvido de la belleza es otro de los temas meditables en torno al arte contemporáneo). Sus mejores fotos las hizo en la cocina de su apartamento. «The Kitchen Sink», «Domestic Symphony», «Breadboard and Plate», entre otras, son una especie de reapropiación irónica del mundo doméstico en el que una mujer de su tiempo y su educación debía morar. ¿Me queréis en la cocina? Ved la belleza imperecedera del fregadero. En su juventud Watkins participó en los debates de la época. Fue feminista en Boston, sin llegar a ser militante. En Nueva York participó con artículos e intervenciones en coloquios sobre la democratización del arte. Tampoco aquí se emborrachó de ideología, al entender que no se precisaban proclamas sobre cómo el pueblo debía tomar el control del arte, asaltando las periclitadas instituciones burguesas. El arte ya se puede encontrar en la cocina. Solo al final de su vida se interesaría por el mundo radicalmente masculino de la industria mecanizada, sucia y fantasmagórica. Su legado, que es su estilo, su marca y su enseñanza, es un elegante equilibrio entre la abstracción y la cotidianeidad. Sí, un fregadero lleno de cacharros sucios puede ser bello, pero más importante es esto: al final alguien, el propio artista si puede ser, ha de lavar los platos.

lunes, 16 de noviembre de 2015

17 Frases Que Te Ayudarán a Ser Mejor Fotógrafo

por Javier Lucas el Nov 16, 2015 08:00 am

17 frases célebres para inspirarte - mini
Aunque no soy de esas personas que son capaces de recordar y utilizar en el momento más oportuno grandes citas célebres de pensadores, científicos, políticos, etc. He de reconocer que a menudo cuando oigo una frase con fuerza me ayuda a reflexionar y me empuja a seguir avanzando y mejorando.
Esto unido a la gran acogida que tuvo desde su publicación el artículo sobre 15 Frases De Grandes Fotógrafos Para Inspirarte, y que sigue teniendo a pesar de que hace ya más de 3 años que lo escribí, me ha invitado a presentarte nuevas frases que te ayudarán e inspirarán para seguir disfrutando y mejorando con la fotografía. ¿Quieres escucharlas?

Frase #1

"La habilidad en la fotografía se adquiere con la práctica y no con el bolsillo." Percy W. Harris.
foto por Sophie Asia (licencia CC)foto por Sophie Asia (licencia CC)
No te obsesiones con poder contar con el mejor equipo, los mejores objetivos, accesorios, etc. Para convertirte en un buen fotógrafo será muchísimo más importante tu experiencia y práctica que el precio de los accesorios con los que cuentes.

Frase #2

"Lo que convierte a la fotografía en un invento extraño es que su materia prima es la luz y el tiempo." John Berger.
Luz y movimiento
Por fabuloso que sea el resultado que aprecies en una fotografía, al final la base es la misma en todas la fotografías: la luz y el tiempo. Aprende a controlar y entender cómo se comportan estos dos elementos y podrás dominar la fotografía.

Frase #3

"Si quieres ser un mejor fotógrafo, ponte delante de motivos más interesantes." Jim Richardson.
foto por Mac Qin (licencia CC)foto por Mac Qin (licencia CC)
Por muy buen fotógrafo que uno sea, no puede hacer magia. Siempre podrá obtener mejores fotografías a partir de una mejor materia prima, en este caso a partir de una escena más bella, con algo especial, diferente, impactante...

Frase #4

"Deja de buscar elementos bonitos que fotografiar. Encuentra elementos cotidianos que puedas transformar a través de tus fotografías." Morley Baer.
foto por Catface27 (licencia CC)foto por Catface27 (licencia CC)
Aunque pueda resultar contradictoria con respecto a la anterior, es cierto que es un gran reto a asumir: convertir en extraordinarios, a través de tus fotografías, objetos y situaciones de lo más ordinarios y cotidianos. ¿Aceptas el reto?

Frase #5

"Puede ser una trampa para el fotógrafo el pensar que sus mejores fotografías son aquellas que más le costó tomar."Timothy Allen.
foto por GotCredit (licencia CC)foto por GotCredit (licencia CC)
En fotografía en muchas ocasiones menos es más y la sencillez puede ayudarte a lograr mejores fotografías. Esto a veces también aplica al proceso de toma de la fotografía. No todo tiene que ser complicado para conseguir el mejor resultado. A veces las fotos más simples y que han sido obtenidas de la forma más sencilla son también muy valiosas.

Frase #6

"Si puedo dar algún consejo a los principiantes es que no hay atajos en la fotografía." Edward Weston.
foto por Andrés Nieto Porras (licencia CC)foto por Andrés Nieto Porras (licencia CC)
No seas tacaño con el tiempo que dedicas a leer sobre técnica, composición y, por supuesto, sobre el funcionamiento de tu cámara. Todo tiempo que dediques a estos aspectos lo recuperarás con creces. Si te saltas este conocimiento a través de cualquier tipo de "atajo", tarde o temprano deberás dedicarles tiempo para poder seguir avanzando.

Frases #7 y #8

"Lo que me gusta de las fotografías es que capturan un momento que se ha ido para siempre y que es imposible de reproducir." Karl Lagerfeld.
“La fotografía es una forma de sentir, de tocar, de amar. Lo que has fotografiado con tu cámara es capturado para siempre. La fotografía permite recordar pequeñas cosas mucho tiempo después de que hayas olvidado todo." Aaron Siskind.
Momentos especiales
Estas frases, en mi caso, explican de manera precisa el porqué de mi pasión por la fotografía, quizás también la tuya. La fotografía nos permite inmortalizar momentos y situaciones que de otro caso, salvo en nuestra memoria y muy vagamente, nunca podríamos recuperar.
Si me permites, te dejo un enlace, que aunque parezca un off-topic, creo que tiene mucho que ver con esta frase y con el papel de las fotografías y nuestros recuerdos. Se trata de "Photograph" de Ed Sheeran. Disfrútala.

Frase #9

"Una buena fotografía es la que comunica un hecho, toca el corazón y convierte a quien ve la fotografía en una persona distinta por haberla visto. Es, en una palabra, efectiva." Irving Penn.
foto por Georgie Pauwels (licencia CC)foto por Georgie Pauwels (licencia CC)
Persigue fotografías que no dejen indiferente a quien las ve. Que no puedan pasar rápidamente tus fotografías sin producir un cierto análisis interno. Que puedan extraer un mensaje y les invite a reflexionar.

Frase #10

"Date a ti mismo la libertad de apartarte de la perfección, sólo entonces podrás encontrar el éxito." Chase Jarvis.
foto por See-ming Lee (licencia CC)foto por See-ming Lee (licencia CC)
La foto perfecta no existe, ni es preciso tener controlado hasta el último detalle de tu composición, enfoque, exposición, etc. para lograr la mejor foto del mundo. Libérate de esta obsesión por lo perfecto y podrás lograr magníficas fotos, en lugar de fotos perfectas que no transmitan nada.

Frase #11

"Hacemos fotografías para comprender lo que nuestras vidas significan para nosotros mismos." Ralph Hattersley.
foto por Paula Rey (licencia CC)foto por Paula Rey (licencia CC)
Es curioso, pero a veces, en fotografía urbana es muy patente, por ejemplo, la fotografía se convierte en una herramienta fantástica para analizar y conocer respuestas y comportamientos del ser humano que de otro modo podrían pasar desapercibidos.

Frase #12

"Sólo hay una cosa que la fotografía debe incluir, la humanidad del momento." Robert Frank.
foto por Paul David (licencia CC)foto por Paul David (licencia CC)
El elemento humano es fundamental para garantizar cierto éxito en tus fotografías: tener en cuenta que se realiza por humanos y para humanos. Por lo tanto, presenta la escena y los protagonistas de la misma para poder captar la atracción de aquellos (humanos) que la vean.

Frase #13

"Sólo tienes que vivir y la vida te regalará fotografías"Henri Cartier-Bresson
foto por Visit St. Pete/Clearwater (licencia CC)foto por Visit St. Pete/Clearwater (licencia CC)
No pienses sólo en hacer fotografías y sacrifiques el resto (unas vacaciones, un día en el campo con amigos o familia, un evento divertido, etc.) Si disfrutas viviendo esos acontecimientos, éstos te regalarán magníficas fotos.

Frase #14

"Habrá veces en las que estarás en el campo sin cámara. Y verás las más impresionante puesta de sol en la más bella escena que jamás hayas deseado. No te amargues porque no pudiste fotografiarlo. ¡Siéntate, tómate algo y disfruta!" DeGriff.
foto por Hernán Piñera (licencia CC)foto por Hernán Piñera (licencia CC)
Esto es algo que a menudo me ocurre cuando me dejo la cámara en casa y presencio una bella escena sin ella. Me lamento y no lo disfruto, gran error. No todos los momentos de la vida pueden fotografiarse, así que, si es uno de esos momentos y es precioso, pues disfrútalo y trata de capturarlo en tu memoria.

Frase #15

"No guardes tu cámara hasta que no te vayas del sitio." Joe McNally.
foto por Syibli (licencia CC)foto por Syibli (licencia CC)
Nuevamente, una frase que he experimentado en multitud de tomas que he perdido por decir: ya es suficiente, ya he fotografiado todo lo que tenía que fotografiar. Así que, no guardes la cámara hasta el último segundo y estate al acecho, la toma que esperas puede llegar justo antes de meterte en el coche :)

Frase #16

"Cuantas más fotografías veas, mejor fotógrafo serás." Robert Mapplethorpe.
Mira muchas fotos
La fotografía tiene mucho de imitación y de inspiración al ver el trabajo y las ideas de otros. En primer lugar para tratar de imitarlos, pero también para innovar a partir de lo que ves en otros. Así que, anímate a compartir tus fotos para que otros las vean y también a revisar las miles de galerías de grandes fotógrafos que te ofrece Internet.

Frase #17

"Todo lo que he aprendido y lo que enseño tiene que ver con experimentar y aprender a levantarte e intentarlo de nuevo cada vez que fallas." Lara Jade.
foto por BK (licencia CC)foto por BK (licencia CC)
Retomamos la idea de la frase con la que empezábamos de que lo importante no es el bolsillo o conocimientos muy específicos, sino la tenacidad y el no darse por vencido. Sigue intentándolo y, como suelo decir, ¡dispara, dispara y dispara!

¿Cuál Es La Tuya?

Después de esta segunda recopilación de frases de grandes fotógrafos, ¿con cuál te quedas?, ¿nos cuentas alguna que no hayamos incluido en la recopilación?, ¿tienes una frase propia?, ¿nos ilustras alguna de las frases con una foto tuya?

domingo, 15 de noviembre de 2015

op trekking: las cosas inútiles que tienes que sacar de tu mochila


  • aumentar tamaño del texto
  • reducir tamaño del texto
Se acerca el puente de diciembre y tenemos que ir pensando en cómo hacer la mochila para llevar todo lo necesario a nuestro destino senderista, pero siempre nos pasa lo mismo: cuantos más días nos vamos fuera, más difícil es hacer la mochila. Para evitar que acabes cargando con un montón de cosas inútiles, aquí te explicamos cómo preparar tu mochila de trekking en 4 sencillos pasos.
Elige bien tu mochila
Como es un objeto que puede durarte toda la vida, aquí te resumimos las tres cosas esenciales que no debes olvidar a la hora de comprarte una mochila:
  • El peso: la capacidad de las mochilas se mide en litros, pero escoger una de 50L, por ejemplo, te hará cargarla con cosas innecesarias, ya que es muy grande. Para un puente de 4 días aconsejamos llevar una mochila de no más de 40L.Para un puente de cuatro días, lo ideal es llevar una mochila de no más de 40 litros.
  • El diseño: cada cuerpo es diferente y debes escoger una mochila que se adapte lo mejor posible a ti. Actualmente existen mochilas para hombre y para mujer, teniendo en cuenta las diferencias morfológicas entre ambos, pero lo cierto es que cada cuerpo es un mundo y que no tienes que limitarte a los diseños pensados para tu sexo. Lo importante es que sea anatómica, que tenga cinturón lumbar, correas a la altura del pecho y la cintura, que sus costuras sean fuertes y que el tejido de la espalda sea transpirable y no acumule tu sudor.
  • Consejos: por comodidad, te aconsejamos escoger una que se abra por arriba y por abajo, y que tenga incorporada una funda impermeable con la que cubrirla en caso de lluvia.

Cosas inútiles que debes dejar fuera
Cuando no nos cabe todo, ¿cogemos una mochila más grande o dejamos cosas? Sin duda: dejamos cosas en casa.
  • Los ‘por si acasos’ excesivos: meter más camisetas, calcetines o chaquetas de las que vas a utilizar es un error que todos hemos cometido alguna vez. Cuando vas de turismo a conocer una ciudad y la maleta va a quedarse en el hotel, es algo que te puedes permitir. Pero cuando vas a cargar con una mochila durante horas, los ‘por si acasos’ es mejor dejarlos en casa.
  • Las zapatillas de casa: grave error. Llevar las zapatillas de casa a un hotel puede resultar de lo más cómodo, pero cuando vas a un albergue o vas a hacer acampada, pueden resultarte un estorbo.
  • El pijama: hay que dejar bien clara una cosa y es que dentro del saco se duerme en ropa interior. El contacto con la piel es imprescindible para que un saco de dormir cumpla su función, que es protegerte del frío. Si quieres abrigarte más, la ropa se echa encima del saco.
  • El secador para el pelo: sin duda un estorbo pesado y prescindible, aunque sea de tamaño viaje. Seamos sinceros: si vas a pasar tres o cuatro días fuera de casa, tampoco hace falta que te laves la melena, ¿no?
  • El maquillaje: a todas nos gusta ir monas, pero cuando llevas varios días cargando con una bolsa de aseo que te ocupa media mochila, te lo piensas para la próxima. Un truco: llévate solo blush y rímel, que no pesan nada. El perfume de cristal también déjalo en casa y hazte con uno de viaje que no pese nada o mejor, no lleves.

Cosas imprescindibles que no debes olvidar
  • El botiquín: imprescindible. Es lo típico que siempre crees que alguien llevará, pero eso es lo que piensa todo el mundo y es fácil encontrarse en una situación en la que, al final, nadie lleva un botiquín. Mejor aprovisiónate con betadine, tiritas, un par de gasas, vendas y analgésicos y mételo todo en una bolsita.
  • Las chanclas: si vas a un camping o a un albergue, aunque sea en pleno invierno, llévate unas chanclas de goma con las que puedas meterte en la ducha sin miedo a coger hongos en los pies.
  • Bolsas vacías: para la ropa sucia, para la toalla mojada, para los zapatos, para todo.
  • Una mini-navaja: siempre es útil y nunca sabes cuándo vas a necesitar cortar algo, desde un cordón o una etiqueta de la ropa que te va rozando, hasta un poco de salchicha espetec en una parada en el camino.
  • Una linterna: pero que sea pequeña, por favor. Seguro que hay luces allá donde vas, pero no sabes a qué hora las van a apagar o si necesitarás buscar algo de tu mochila en mitad de la noche.

Hacer la mochila
Te parecerá una tontería, pero cómo meter tu equipaje dentro de la mochila es una tarea muy importante que puede evitarte problemas. Los buenos caminantes deben saber hacer una mochila, incluso si son las personas más desordenadas del mundo. Estas son las reglas básicas que debes saber a la hora de meter todo en tu mochila:
  • Las cosas que se mojan van abajo: una buena mochila irá colocada de forma que la ropa de abrigo, la toalla y el saco de dormir vayan abajo del todo, para que no se mojen en caso de lluvia. Además, servirán de base para que tu mochila se mantenga más o menos erguida cuando la apoyes en el suelo.
  • Si no va a llover, sigue un orden cronológico: es decir, coloca abajo del todo aquello que sabes que vas a utilizar poco o lo último en tu viaje. Esta opción es muy cómoda si sabes a ciencia cierta, cien por cien, que no va a llover durante la travesía o si vas a dejar la mochila a resguardo en algún lugar y vas a hacer la caminata con una mochila de travesía.
  • Utiliza los bolsillos para las cosas más pequeñas: así las encontrarás fácilmente. Por ejemplo, los calcetines, el teléfono móvil, la documentación, el dinero.
  • Intenta que la distribución del peso sea homogénea: si cargas con más peso un lado que otro, te resultará incomodísima de llevar y te desequilibrará cuando camines.
  • No cuelgues cosas fuera de la mochila: llevar cosas colgadas de la mochila, como las botas de montaña, la cantimplora, etc. puede resultar atractivo a la vista y hacer que los demás piensen “¡hala, un montañero!” Pero nada más lejos de la realidad. Los verdaderos montañeros pensarán: “mira, ahí va un novato”. Las cosas que cuelgas de la mochila hacen que su peso se desequilibre hacia un lado y que vayan dando golpes al caminar. No hay cosa más incómoda.
  • Lo último que se mete: la bolsa con la comida de ese día (no te cargues tampoco como una despensa) y una prenda de abrigo ligera que te vayas a poner en los descansos, para no enfriarte.

miércoles, 11 de noviembre de 2015


Creer para ver

Toda fotografía revela más sobre quién se encuentra tras la cámara que todo aquello que le queda al tiro



Alguno de los entrañables personajes con los que soñaba Eliseo Alberto en sus novelas ejemplares decide a la mitad de un párrafo desafiar la lógica de un dicho y proclama que quiere Creer para ver, pues confía ciegamente en que sólo precisa de la fe que siente por la consecución de un beso para que éste le llegue a los labios, porque no necesita ver el pétalo morado de una buganvilia para palpar su aroma o porque incluso en la madrugada más densa percibe la promesa del amanecer. En este mundo cada vez más propenso a la desconfianza y la opinión instantánea, con tanta reprobación por vía de la ignorancia y tanto aplauso sin conocimiento de por medio, parece predominar un hálito de que todos debemos Ver para creer, por encima de las corazonadas humildes, la intuición que no es vaga y como si todo lo que nos rodea –personas, ideas, bártulos y hasta bolígrafos—exigieran ser probados de antemano, verificados por adelantado, vistos para pasar revista.
En uno de los seis experimentos que realiza la empresa fotográfica Canon en su afán por estimular la creatividad tras el lente con un proyecto llamado The Lab. En este mundo donde todo mundo ya se cree fotógrafo por traerlo integrado al teléfono, decidieron reunir en un amplio escenario bien iluminado a seis fotógrafos al azar, con la misión de retratar cada uno de ellos a un hombre. ¿Qué tanto influye la mirada del fotógrafo en lo que se fija a través del objetivo? A Chris Meredith, Jin Lim, Lyndal Irons, Kaet Disher-Quill, Trsitan Stefan Edouard y Franky Tsang se les brindó absoluta libertad para el encuadre, luces, lente, perfil y sombras con los que cada uno por separado habría de fotografiar al hombre de dos metros de robusta estatura, calvo y sonriente, quien fue presentado ante ellos como Michael con seis diferentes biografías: a uno de los fotógrafos se le dijo que se trataba de un expresidiario, al otro le dijeron que era un millonario, al siguiente: que era un hombre que había salvado la vida de alguien y en las otras tres presentaciones escuetas lo definieron como pescador comercial dueño de su propio navío, alcohólico con algún tiempo en sobriedad y como vidente, capaz de ver el aura de las personas o percibir mensajes del más allá.
Al término de las respectivas sesiones –y una vez impresas las mejores fotografías de cada uno de los seis fotógrafos—se colgaron en una cuerda como prendas de un vestuario variopinto seis perspectivas absolutamente contrastantes entre ellas. El mismo hombrón llamado Michael retratado de seis diferentes maneras. En los diálogos al vuelo que cada uno de los fotógrafos sostenía con el modelo se transpiraba una suerte de predisposición en acomodarle el rostro, o sentarlo con las estiradas sobre un banco o pedirle que concentrara la mirada frunciendo el ceño… quizá por ello, las seis diferentes fotografías retratan la cara que cada uno de los fotógrafos deseaba revelar sobre un mismo rostro.
Ver para creer, el experimento se localiza fácilmente el YouTube bajo el título THE LAB: DECOY- A portrait session with a twist y Creer para ver, que cada quien en cada cual evalúe si todo lo que vemos lleva implícito una ponderación mayor al objeto, rostro, problema o utopía que observamos o dicho de otro modo, quedemos en que quizá toda fotografía revela más sobre quién se encuentra tras la cámara que todo aquello que le queda al tiro.
 https://www.youtube.com/watch?v=F-TyPfYMDK8